¿Qué es una mamá bloguera?




Antes de que Camilo iniciara el año en su nueva escuela, tuvimos una entrevista con su maestra. Este encuentro es una formalidad. Tenía como objetivo que conociéramos el espacio, intercambiáramos algunos datos específicos sobre nuestra familia e impresiones generales sobre las expectativas que alentamos respecto a la educación de Camilo. 

Durante la conversación, la maestra fue llenando un formulario con nuestros datos. Nombre de mamá y papá. teléfonos, edades, estudios cursados y profesiones. Veníamos bien, hasta que me pregunta a qué me dedico. No tengo problema en confesar mi edad. Si te interesa, te cuento cuanto peso. Ahora, cuando me preguntan a qué me dedico, tartamudeo como si estuviera por decir la mentira más deshonrosa.

Existe una respuesta fácil y rápida: 


- Y usted, ¿qué hace, madre?
- ¿Yo? Soy docente. Profesora de Literatura.


Un título archivado en alguna de mis carpetas certifica que puedo ir por la vida educando adolescentes de este país. Nada menos. Aunque, honestamente, ser profesora no es "lo que hago". Es lo que me financia la existencia. Hago mucho más que eso. Soy mucho más que eso. 

Sin embargo, decirle a la maestra de mi hijo que soy emprendedora digital, me complica. No quiero imaginarme el desconcierto de la incauta ante la respuesta. Cuando se espera una contestación para alimentar estadísticas, le aparece el dato disonante. 

Escribo este post porque estoy pensando seriamente que, el próximo año cuando me pregunten a qué me dedico, voy a decir que escribo un blog. 


Soy una mamá bloguera.


Es indudable el auge de los blogs sobre maternidad. Espacios personales, de tono informal y cercano en el cual la bloguera genera una narrativa sobre su experiencia como madre, compartiendo dudas y sugerencias. Generalmente es terreno de primerizas que necesitan exorcizar sus propios demonios: "el lado oscuro de la maternidad". 

Lo que no te cuentan los libros y es mucho más intenso que los provechos y la lactancia exclusiva. Los blogs de maternidad conforman una comunidad fuerte que capta la atención de las empresas porque todos sabemos lo que una madre significa respecto al consumo en su hogar. 

En ese sentido, la comunidad de madres blogueras tiene mucho de espíritu colaborativo pero no está libre de los conflictos y las dificultades de cualquier otro núcleo de convivencia comunicativa. Ser madre no es ser una santa. Son mujeres que cargan con sus valores y miserias personales. Tienen expectativas y sueños. 

De hecho, yo tuve mi propio blog para procesar la vivencia del nacimiento de mi hijo y sus primeros meses. El primer año de vida de Camilo fue un desafío constante. Si no hubiera escrito al respecto, creo que habría terminado divorciada y enloquecida. Realmente mi blog materno era una forma de catarsis personal. 

Dudo que en la actualidad existan madres que crean su blog sin proyectar, siquiera imaginativamente, la posibilidad de transformarlo en una fuente de ingresos. Tiene mucho de lógico y natural para quien disfruta de escribir: es una actividad flexible que permite compartir más tiempo con la familia.  Pero no es lo mismo tener un blog sobre maternidad, que ser una mamá bloguera.

Los blogs sobre maternidad tienen para mí una expectativa de vida limitada a la primera infancia de tu hijo. Es más, podría afirmar que la mayoría no debe sobrepasar los dos años de permanencia. Luego de esta etapa, el blog se transforma o perece. 

Se adapta a tu nueva realidad o se convierte en una tierra estéril en la cual escribir tu vigésimo post sobre lactancia materna en cuclillas. Lo cual no solo suena loco sino que tiene poco sentido porque hace tres años que tu hijo no es un lactante. 

Una mamá bloguera sabe lo que significa escribir un blog cuando un pequeño terremoto te sacude el alma y la casa entera. Es difícil sentarse a escribir cuando tu hijo corre el riesgo de desbarrancarse del andador que el doctor te exigió que no uses pero en definitiva es tu única posibilidad de tener cinco minutos de autonomía. 

O concentrarte en investigar sobre un tema cuando los enchufes parecen imanes para tu bebé que está aprendiendo a gatear. Ser una madre bloguera significa aprender a optimizar las siestas y las noches, lo que te transforma en un zombie virtual con pocas horas de sueño, cara de destrozo y escasa voluntad para encarar la jornada laboral. 

Ese consejo de abuela: "cuando él duerme, dormí vos también", funcionará precioso con otras madres pero quien escribe un blog, mientras él duerme escribe, edita fotos y promociona post en las redes sociales. Una madre bloguera es una ninja, porque no existe otra forma de arañar los minutos que se necesitan para redactar un texto decente. 

¿Cómo se hace todo eso?


Gran pregunta mi pequeño saltamontes. Me gustaría decirte que el secreto está en la organización eficiente de tu tiempo pero no creo en los adjetivos de la revolución industrial. Ser "eficiente" tal como lo entiende la visión productiva-masculina del mundo laboral no va a ser uno de mis propósitos. 

No voy a mentirte. Por años alenté una oscura sensación de amargura por no poder crecer profesionalmente igual que los hombres, tan libres ellos en lo que respecta a la crianza de los hijos. Total, mamá se ocupa. 

Me costó años perdonarle a no-marido que terminara la tesis de posgrado mientras yo luchaba con un embarazo riesgoso y que siguiera asistiendo a la universidad mientras yo trabajaba diez horas diarias y cuidaba de un bebé de meses. Cuando digo años, quiero que tomes en cuenta que mi hijo tiene cinco...

Así que no usemos palabras como "eficiencia" y "productividad". Las mujeres necesitamos otras palabras que nos contemplen. Nosotras no producimos, gestamos. Una madre puede responder mails en el tiempo en el cual se esteriliza una mamadera o leer los comentarios del blog mientras espera que salga su hijo de la escuela. 

Podemos hacer deberes con nuestros hijos y contar la experiencia para compartirla, creando un nexo armónico entre la tarea de bloguear y la cercanía con las experiencias y necesidades de los niños. Una madre bloguera sintetiza sus roles y postea la torta de la merienda compartida en el jardín. 

No creas que le sobra tiempo. No le interesa que pienses que cocina como Narda mientras otras hacen de taxi-escolar. Una madre bloguera es una mujer que merece mi admiración y por eso, la próxima vez que me pregunten qué hago, voy a meditar la respuesta.

Faltaba más...


Si no llegaste de casualidad, sabrás que escribo, tengo un trabajo de medio tiempo y un emprendimiento personal. Soy una samurai: puedo contemplar la pila de ropa por lavar mientras escribo con actitud zen. O percatarme de que la lluvia me arruinó el lavado mientras yo estaba compenetrada con un post.

Te escribe la mujer que quemó un choclo porque se sentó a responder un correo electrónico. No soy perfecta. Ni cerca. Pero como ustedes, hago los malabares necesarios para sostener lo que quiero y a quienes quiero. 

Me gusta pensar que soy un espíritu renacentista y puedo conjugar variedad de intereses. Por eso quiero hacerte una invitación. Te invito a que me cuentes de qué forma puedo ayudarte. De una mamá a otra. Yo, espero tu respuesta en los comentarios. Animate y escribime aunque no estés acostumbrada a comentar porque crecer juntas, vale la pena.