Mentalidad emprendedora: hacelo posible.

Mentalidad emprendedora



Sí. Este post trata sobre mentalidad emprendedora. Sin embargo, antes te cuento un secreto. Alguna vez se me ocurrió imaginarme qué me diría si me encontrara a mi misma a los 20 años. Sin considerar que un encuentro entre desmesuradas puede tener consecuencias cósmicas no contempladas, pienso en la escena y no sé por dónde empezaría.

Aunque le doy vueltas y vueltas, creo que lo único que le diría a la mujer que fue sería: Quedate tranquila. Todo sale bien. Entonces, me doy cuenta que hace casi veinte años que vivo preocupándome porque las cosas salgan bien, mientras los parámetros de lo que es bueno o malo para mí fueron cambiando. Así es la vida para todas, afortunadamente.

A decir verdad las cosas no siempre salieron como quería -o como me imaginaba que debían ser- pero la curiosa narrativa del guionista de la vida termina transformando mi relato en una versión de la historia con la cual me siento satisfecha. No es perfecto pero es mi relato.

Cada vez que experimenté la necesidad de cambiar luché por resistirme a la transformación aún cuando una parte de mí sabía que ya estaba cambiando por el solo hecho de sentirlo. Te hago una confesión: cuando pronuncio en voz alta  "No lo voy a hacer porque no sería razonable"

No importa a qué me esté refiriendo, termino haciendo lo que acabo de negar por irracional. Es un axioma desmesurado. Tengo un centro motriz de la irracionalidad  que me impulsa a actuar ignorando totalmente lo que mi voz pronuncia.

Por años, creí que era una anomalía. Ahora, entiendo que es el conflicto entre la desmesurada que soy y la nena buena que educaron para ser como hay que ser. Por lo visto no era una anomalía. Mi yo cuántico da batalla por expresarse, porque conoce la diferencia entre "hacer lo posible" y "hacerlo posible". Y eso no siempre se logra siguiendo el hábito cuando se disfraza de racionalidad.

Mentalidad emprendedora: hacerlo posible.


Cuando comencé a sentir la necesidad de hacer algo diferente, de abandonar la seguridad de mi trabajo  y explorar otras posibilidades de ganarme la vida, toda esta historia anterior me cayó sobre los hombros. Hice entonces lo que hago en estos casos: escribir. 

Abrí un blog en el que quedó plasmado el cambio que estaba viviendo. El blog se llamaba "Intensional" y proponía: 365 días para cambiar una vida. A decir verdad, necesité menos de 365. Será que el bisiesto conspiró a mi favor.

Pasé por las dudas, la desorientación y la inquietud. Me tenté con objetos brillantes, encontré ayuda de personas maravillosas, me formé gratuitamente, pagué por formación (una de las mejores decisiones), viví todos los obstáculos que puedas imaginar, me miraron con sospecha y con pena. 

Seguí adelante, se me rompió cuatro veces la computadora -siempre antes de un webinar- no me rendí, pasé por un incendio que dejó la ciudad sin internet en pleno lanzamiento de mi primer programa online y podría seguir la lista pero creo que ya entendiste el punto.

La mayor dificultad no radica en la incertidumbre financiera sino en ponerle freno a la narrativa interna del sabotaje  y aún así, mantenerte con la suficiente presencia de ánimo como para decir: voy a hacerlo posible.

Este es el primer y único obstáculo real. No hay secretos. La mayoría, prefiere la certidumbre -aunque sea incómoda- al riesgo de vivir otra historia. Aún así, esta no es una apología del emprendimiento. Mi cruzada no es por el "emprendimiento" sino por la mentalidad emprendedora, esa que propuse hace un año en Intensional y que significa la actitud de quien tiene un proyecto y lo hace realidad. Sea cual sea el proyecto y sean cuales sean las condiciones en las que elige ganarse la vida.

Mentalidad emprendedora.


A lo que no me resigno es a la conformidad. A renunciar por miedo. La próxima vez que percibas el temblor es porque tu cuerpo está latiendo. Eso es lo que lo mantiene vivo: sentir el miedo y atravesarlo.

Pasar a través del miedo se parece a cruzar una habitación oscura para llegar al interruptor de la luz. Si querías algo de esa habitación, cerrabas los puños y caminabas buscando el interruptor aunque en todo momento tuvieras temor de lo que hay en la oscuridad.

Cuando prendías la luz, tu respiración volvía a la normalidad porque el mundo volvía a tener la forma conocida que nos tranquiliza. Sin embargo, en esta ocasión es posible avanza acompañada y serena sabiendo que otras mujeres ya cruzaron ese trecho, que no estás sola y que los monstruos no existen.  Al menos no los que te imaginabas cuando eras una nena buena.

Recordemos esto: vale pedir ayuda, rodearte de otras mujeres en el mismo camino y recibir el apoyo de quienes no te miran con sospecha sino con empatía.