Tu plan para emprender.

Tu plan para emprender


Transformar tu emprendimiento en un negocio rentable es un desafío que requiere de algo más que un lindo blog. Entre la pasión que origina tu proyecto personal y la consolidación de una idea viable en una fuente de ingresos sostenida en el tiempo, hay un trecho.

Aunque el parámetro de medida no sea necesariamente el tiempo transcurrido sino el aprendizaje que estamos dispuestas a experimentar para transformar el talento en algo más que un motivo de halago entre los más cercanos.

No me digas nada... hacés unos amigurumis hermosos y con una terminación impecable. Sos creativa y creás tus propios patrones. Todos tus sobrinos y los bebés de tus amigas tienen muñecos hechos por vos en la cuna. Un día alguien te dijo:  Podrías empezar a venderlos.

Un terrorista. Quien tira esa bomba y hace mutis por el foro es un terrorista. La idea de vender algo que disfrutás haciendo es seductora y comienza a ocupar tus "sueños diurnos" pero ahora viene el lado B de la idea bonita: ¿cómo se hace?

Ahí es cuando comienza a llenarse de agua el bote. Obviamente, quienes hicieron la amable sugerencia no tienen ni idea. Entonces abriste una cuenta en Instagram que se lleva tus horas libres. Las ventas no llegan y la desesperación escala a límites que no te imaginabas. Invertiste tanto tiempo en algo que no funciona.

Conozco a cientos de protagonistas de este relato de ilusión y final poco alentador. Son mujeres talentosas que se debaten entre el deseo y la realidad que las apura. Porque yo amo crear pero los señores que me envían las facturas de la luz y el agua no aceptan creatividad a cambio de sus servicios. Jodidos ellos.

Este es uno de los puntos de inflexión: el momento en el que descubrimos que detrás del romance emprendedor está la realidad de crear un negocio. Es algo así como "La Cenicienta" pero en versión emprendedora y el dilema no sería el príncipe ni el zapato de cristal (que viene siendo muy incómodo) sino cómo obtener dinero de tu talento.

Porque nos enseñan cómo elegir un trabajo que nos provea pero no nos enseñan lo que sería natural: cómo obtener dinero del don que tenemos para compartir con el mundo. Esforzarte y sufrir no te hace merecedora del paraíso emprendedor. En general, cuando estás haciendo algo en ese punto dulce entre tu pasión, tu talento y lo que la gente quiere recibir, tener un negocio creativo funciona simple.

Nadie dijo que va a suceder sin trabajo pero es ese tipo de movimiento que no da calambres ni te hace transpirar. Porque transpirar no tiene nada de glamour.

Tracemos un plan para emprender.


Viste que la mejor forma de empezar suele ser "por el principio". La realidad lisa y llana es ésa: vos querrás apurarte y correr, saltarte pasos y negarte a la idea de vender... A ese paso, te vas a tropezar unas cuantas veces.

No me malinterpretes: tropezarte no tiene nada de malo. Caerse no tiene nada de malo cuando aprendiste a levantarte con cierta elegancia. El tema es cuántas veces es necesario morder tierra antes de sentarte frente a una hoja en blanco y trazar un plan.  

Las palabras no te transforman en el lobo de Wallstreet y aprender a administrarte y gestionar tus ideas no anula la creatividad. Si no aprendés a vender escribiendo y contando tu relato, va a ser difícil que encuentres el equilibrio que te permita disfrutar de un negocio saludable.

A partir de hoy estás en modo Beta. ¿En modo qué? En modo Beta. Sí. Eso fue lo que escribí. Y estar en modo Beta significa que para empezar lo único necesario es un producto que funcione. Te sugiero empezar por donde hay que empezar: vos misma.


Vamos por partes. No esperes a tener el producto perfecto que te inscriba en la historia de la revista Forbes. O dicho de otra forma: tu primer producto es algo que ames crear para un público que esté dispuesto a recibirlo a un precio justo.

Si hasta suena demasiado fácil. Entonces ¿dónde está la trampa? Porque en este momento estás sospechando y tu cerebro confabula contra tu optimismo emprendedor. Dejalo hablar pero ofrecele objeciones.

Vos vas a lograr vivir de eso que disfrutás hacer y es un servicio para otro ser humano. ¿Sabés por qué? Porque es como tiene que ser. Porque cuando te enfocás en servir a otras personas haciendo lo que te gusta, va saliendo.

Lo repito hasta el cansancio: no hay otro secreto que materializar la pasión en acciones enfocadas a conseguir un fin. Punto. Lo que enfocás se ensancha, te ocupa. Habita tu vida. Enfocarte significa saber qué es lo que querés, para ayudar a quién y ofreciéndole qué.

Pongamos un poco de orden. Vamos a comprobar si ya tenés ese producto o estás cerca de crearlo. Es una propuesta sencilla, respondé las siguientes tres preguntas:

  • ¿Lo que querés ofrecer tiene la virtud de tocar la vida de otras personas?
  • ¿Lo que querés ofrecer está hecho como si fueras a usarlo vos misma?
  • ¿Lo que querés ofrecer no es perfecto pero es su mejor versión en este momento?


Si ya tenés tus respuestas y son afirmativas, entonces tenés tu primer producto o servicio para sacar a la luz y ahora es de rigor que encontrar la mejor forma de venderlo. Y claro, si me preguntas a mí... la mejor forma de vender es contando. En la base de tu emprendimiento está la creación de un relato que te permita vender con autenticidad y sintiéndote cómoda con lo que estás ofreciéndole a tu audiencia.


Emprender contando.


¿Ya te dije que por más chulo que sea tu logo, te sirve de poco si no aprendés a vender tus productos o servicios? Creo que sí. Y no es que vender sea una habilidad natural para todas pero... te pido un poco de tu confianza en mí: hoy comenzamos un proceso de transformación para que saques tu mariposa de la oruga más peluda y poco atractiva que te imagines.

Acá viene el segundo punto. Creando tu propio relato, creás tu mejor versión para todo, incluso para vender.

A ver si nos entendemos: la búsqueda empieza por dentro. El éxito bien entendido no "te llega". Está en vos, en eso que te impulsa a ayudar a otros con lo que te llena el alma. El orden natural es: cuando tengas el por qué y el qué, el cómo se resuelve. Cuando sabemos de dónde partimos y cuál es nuestro por qué, el cómo se aclara solo. O tenemos la suficiente sabiduría como para elegir a quien nos ayude a manifestarlo.