300 espartanos.

Veronik Ilustra  pensamiento creativo para emprendedoras

Si tuviera que mencionar un rasgo de mi personalidad que me desagrada es la dificultad para poner freno a los impulsos. Sin embargo, es también uno de los rasgos que más valoro de mi identidad. Porque me impulsa con determinación para conseguir lo que quiero. 
Cuando descubrí que defectos y virtudes no eran más que las dos caras de la misma moneda, aprendí a comprenderme de otra forma. Asumí que mis debilidades eran relativas y se transforman en fortalezas cuando lo necesito. Es una máxima sin excepciones en lo que refiere a limitaciones y capacidades pero rara vez, aprendemos a ser compasivas con esos rasgos que nos gustan poco de nosotras mismas. Rara vez logramos ponerlos en perspectiva respecto al contexto en el cual se expresan. 

Mis neurotrasmisores y yo.


Sin duda, la batalla más dura que libramos se produce cuando entramos en franca confrontación con nuestra narrativa mental. O dicho de otra forma, el terreno de la épica se extiende entre tus dos orejas. Mi mente tiene la fuerza de 300 espartanos y cuando está dispuesta a dar pelea, pelea sin reparos. Cuando quiere mostrarme el lado oscuro de la vida, pinta sombras sobre mi percepción del mundo, como recordándome que tiene la potestad de darle forma a mi ser y estar en el mundo.
También puede hacerme caminar en una nube, un estado gaseoso y rosa de enajenación idealista por el cual no percibo las sutiles alarmas de la prudencia. Estado al cual llaman "enamoramiento" y que para los neurobiólogos es una imperceptible alteración de los neurotrasmisores. Gente copada con una profesión científica y todos los escudos racionales que puedas imaginar, los neurobiólogos te miran con cara de: "No te confundas. No estás enamorada, se disparó tu oxitocina".  
De esa forma, al protagonistas de un proyecto que nos ilusiona, tenemos un subidón de serotonina. Esa sustancia es una vieja conocida de quien escribe porque es la que nos genera sensación de control. ¿Te suena? 

Es uno de mis neurotrasmisores preferidos: controla los comportamientos obsesivos. El día que aprendí sobre la dichosa sustancia, sentí que tenía una excusa para todos los toc. El problema no soy "yo" sino mi química cerebral. Es la forma científica y socialmente autorizada de lavarse las manos.

¿Qué pasa si desafío a la biología?


En general, soy reticente a incorporar sustancias químicas. En consecuencia, mi serotonina se queda en el nivel en el que tenga que estar y las compulsiones las vamos manejando. Con el tiempo me vuelvo predecible: cuando me frustro, siento deseo de comer dulces. Si esperabas una confesión de esas que son una bomba, lamento desilusionarte. La sustancia más dura que pasa por mi cuerpo es la Coca Light. 

No me digas nada: eso de por sí ya es un hábito nocivo. En mi defensa,  ya puedo prescindir de ella por períodos prolongados de tiempo (quizás dos o tres horas). Casi orgullosa debería estar, considerando que en mi última ecografía abdominal no se veía el hígado porque estaba tapado por una burbuja de gas. En ese momento, si me dejabas dos litros de la bebida de la felicidad me la daba intravenosa.

En fin…como no me resigno a la respuesta química, mi búsqueda se orienta en función de la batería de recursos que me ofrecen los 300 espartanos en sus buenos días. 
Porque cuando está bien aspectado hay que ver lo dinámico que puede ser el equipo. 

Si estás pensando "eso a mí no me pasa", quiero revocar tu error. Un ser más complejo que una ameba, no debería permitirse pensar desde la limitación de sus capacidades. La gran mayoría de nuestras fronteras son imaginarias y el territorio que está más allá del límite suele ser tierra fértil para las grandes ideas. 

Ni siquiera es necesario que salgas de tu zona de confort para pensar en grande y si me preguntaras te diría que no te conformes con menos. El señor que se trasformó a sí mismo en cubito de hielo afirmaba que si puedes soñarlo, puedes hacerlo y para mí, cualquiera que haya convertido un ratón en algo más o menos simpático merece respeto. 

Aut said de boxs.


Cualquier cosa que puedas concebir imaginativamente es una posibilidad aplicando el
 pensamiento divergente. Me gusta más pensar que puedo tener ideas disruptivas. De esas que emergen:

  • En la ducha.
  • En otras actividades que se realizan en el toilette.
  • Caminando por un parque.
  • Jugando con tus hijos.
  • Soñando (literal: en estado alfa)
  • Arreglando el jardín.
  • Preparando el tuco (nunca será mi caso).
  • Haciendo deporte.
  • Escribiendo.
  • Conversando con una amiga muy cercana.

Todas ellas actividades que, supuestamente, hacemos 
"sin pensar". 
 La lista anterior es una recopilación de los recursos que podemos utilizar cuando queremos despejar la mente para que se abra a nuevas ideas. A mí me funciona: la ducha, la caminata, la jardinería y la escritura. De pronto jugar es tu momento de liberación y mientras estás disfrazada de hada –con corona y alas- en plena tea party se te ocurre esa idea genial que no se te había ocurrido antes. 

No le busques explicaciones complejas, el pensamiento disruptivo aparece cuando nos liberamos de las barreras del super yoEsa enana dictadora que te dice cómo tienen que ser las cosas. Mientras está distraída (cuando piensa que estás haciendo algo totalmente improductivo) se escapa por la tangente la creatividad presa del razonamiento crítico. 
Por eso, cuando quieras darle forma a tus proyectos, lo mejor no es concentrarte sino distraerte por un rato. Ya vendrá el momento de enfocarte. Ya tendrás que escribir un plan de negocio, un post o un informe semanal. Por un rato, olvidate de Rodin. O te transformás en estatua.