Complicadas.

Mujeres complicadas de Maitena
Insatisfechas, contradictorias, histéricas...No necesito engrosar la lista de adjetivos, tengo la certeza de que toda mujer sabe cómo hacerlo sola sin mi ayuda. Es más, creo que nunca faltarán oportunidades para escuchar calificativos que nos adornen. Ser mujer no es fácil y lo curioso del caso es que ya no me rebela como lo hacía en otro momento de mi vida. En honor a la verdad, con el tiempo aprendí a asumir mis contradicciones con naturalidad y buen humor. Soy contradictoria y si alguna influencia se le puede atribuir a la alineación de las estrellas en el carácter, no en vano nací bajo el signo de piscis, que no sé si notaron pero está simbolizado por dos peces nadando en direcciones opuestas. Soy complicada y ya no me avergüenza mi complejidad. Sin embargo, si hubo un acontecimiento en mi vida que me bajó de golpe el nivel de "complicadez existencial", fue tener un hijo. No hay nada como un bebé  para obligarte a simplificar. Literalmente, no hay manera  de ser complicada. Después de dos noches sin dormir y dando el pecho "a demanda", ni energía para gastar en complejos mecanismos psíquicos ni en profundas cavilaciones: cuando terminaste de analizar la raíz filosófica de la autonomía del sujeto y sus implicancias en la crianza, el nene te destrozó la casa con toda su autonomía subjetiva. O peor, está experimentando los límites de su autonomía trepado de la cómoda. No se te ocurra perderte en tus pensamientos, porque cuando vuelvas te decoraron la casa con crayolas y tus zapatos nadan en la bañera. A medida que Camilo se mueve con más soltura -y Camilo se mueve...- me acerco más a los ideales del zen: no pienso, actúo. O "dejo fluir". Todavía estoy en proceso de cambio pero dadas las circunstancias y el punto de partida, los avances son incuestionables:


- Puedo sentarme a observarlo jugar, totalmente satisfecha sin horrorizarme por el vacío mental.

- Puedo visualizar el desorden del entorno sin un ataque histérico.

- Puedo permanecer sentada sin tener un libro en la mano.

- Puedo  tirarme en la cama -cuando puedo...- sin auto-justificar racionalmente el desplante ocioso.

- ¡Puedo ser menos complicada!


Quién hubiera pensado que esta desmesurada puede vivir más de 24 horas sin leer y que toda mi concentración iba a estar enfocada en el perfeccionamiento de la técnica para cambiar el pañal o en la creación de historias inverosímiles para dormir a mi hijo. Es probable que yo misma no lo hubiera creído. A veces, la realidad supera a la ficción y aunque la acumulación de obligaciones y responsabilidades todavía me desborda en ocasiones -como dice la última viñeta- me recuerda que, felizmente, somos tres.