La rutina con hijos: hoy viene Marta.

La rutina con hijos.


La rutina con un bebé...


La lluvia de verano tiene su encanto. En otro momento, habría sido la excusa perfecta para quedarme en la cama leyendo y mirando una película. Una variante placentera de las vacaciones: lectura, siesta y cine. Todo muy tranquilo, disponiendo del tiempo con el ritmo que dicta el deseo personal. Pero, como bien dije, esto habría sido en "otro momento", porque la historia de los caprichos individualistas tiene un hito. Después de Camilo, el ritmo de la casa está marcado por sus rutinas, entre las cuales el ocio enriquecedor de los libros todavía no tiene espacio y después de amasar, cantar, armar y desarmar, abrir y cerrar, poner y sacar (pero fundamentalmente tirar...), se paró frente a la puerta con mis llaves y dijo "Marta". Lo cual, por extraño que se escuche, significa que quiere salir a la calle.

Abro un paréntesis aclarador: como toda conducta, al menos entre los niños, tiene una explicación. Porque ellos no dicen ni hacen "porque sí". Marta fue el primer nombre que aprendió a decir Camilo y su abuela fascinada por la situación, cuando lo saca a la puerta le dice "vamos a esperar a Marta". Entendido de esta forma, Marta es una especie de Godot que nunca llega pero que siempre está por venir. 

En consecuencia, cuando quiere que venga Marta no hay otra cosa que lo conforme. Así que nada de siesta ni de "La ciudad y los perros" (esperándome en la mesa de luz) y a buscar cómo entretener a un niño de quince meses. Cuándo el cielo finalmente se despejó, dimos un paseo, visitamos al Tata, se ensució con tierra, corrió por el jardín y después, baño y cena. No se durmió en seguida, pero ya los ánimos fueron otros. Y acá estoy. Cuatro horas en el sambódormo habrían sido menos agotadoras pero también menos gratificantes. Con Camilo dormido vuelvo a los caprichos de mi voluntad y descubrí que lo que necesitaba era escribir. 

Mamá escribe un blog.


Sin embargo, de lo que necesito escribir no es de literatura ni teoría sino del desafío que significa ser madre. Y entonces, por deformación profesional, se me ocurrió la idea de los "trabajos de Hércules", que trasladados a mi vida cotidiana son las pequeñas luchas internas para seguir siendo yo, además de ser la madre de un bebé tan adorable como inquieto. Porque para mí la maternidad significó un cambio trascendental: de Sontag a la "Ser Padres" como dijo en algún momento el progenitor de la criatura. Comentario poco feliz que al principio no supe cómo interpretar. Creo que me ofendí. Algunos meses más tarde, entiendo que en cierto sentido, tiene razón. Es un cambio pero no una renuncia. Es hora de oficializar la "cuarta ola" del feminismo, la de las mujeres que entienden que el sexo condiciona, que nuestro cuerpo está preparado para gestar y, aunque no es una obligación, es una posibilidad. Un privilegio, creo yo. Las que pueden  sufrir mirando la pila de libros sin leer pero se sientan a cantar "La reina batata" y lo disfrutan. Porque ya llegará el tiempo de los libros nuevamente pero el tiempo del bebé es ahora y es irremplazable. O las que siempre supieron que la maternidad era esencial en sus vidas y la sienten como un milagro todos los días. Porque se puede seguir pensando como mujer mientras se cambian pañales. Pero se piensa como otra mujer, distinta. Una mujer a la que estoy buscando con la plena seguridad de que estoy donde quiero estar: entreteniendo a Camilo mientras llueve.