Al jardín...

Al jardín de infantes

Hasta hace unas semanas, la idea de encontrar un jardín de infantes para Camilo era parte de un proyecto a largo plazo. Era además, una idea que generaba posiciones encontradas: padre y abuelos, en contra; mamá y Tití, a favor. 

"Es muy chiquito" me repetían hasta el cansancio y, felizmente, teniendo la posibilidad de elegir cuándo es el momento adecuado, por qué precipitarse. De acuerdo a lo que he leído, si bien no existen ideales, los dos años es un buen momento para comenzar a vincularse fuera del hogar: ya se comunican más fluidamente, están dejando los pañales y se divierten con los niños de su edad. 

Más allá de los argumentos pedagógicos, a mí me preocupa que mi hijo -primogénito y único por dónde se lo mire- aprenda que no es el centro del universo. Hasta podría reconocer cierta obsesión por lograr que aprenda a compartir y porque incorpore tempranamente códigos de socialización. Considero que el contacto con otros niños agudiza sus capacidades y los incentiva a encontrar estrategias de relacionamiento con sus pares muy diferentes al berrinche o la cachetada. 

Esas eran mis teorizaciones entonces, frente a la mirada escéptica de una abuela que adora a su nieto y cree con fervor que nadie puede cuidarlo mejor que ella misma. Pero...la realidad tiene esa maravillosa cualidad de desbaratarle a una todos los proyectos. Por distintas circunstancias, Camilo va a tener que ir a un jardín antes de lo pensado y este es el momento en el cual toda la información se transforma en dudas. Por eso, en estos días todo mi interés se vuelca en la selección del jardín de infantes y ya tengo recopilada alguna información que quiero compartir a partir de mañana.