¿Culposa yo?

Mamá con culpa
El año pasado a esta altura me reintegraba al trabajo después de la licencia maternal. Recuerdo que en aquel momento me partía el alma mirar a Camilo dormido en su cunita y salir para volver diez horas más tarde. Nada más y nada menos: diez horas fuera de mi casa. Claro, ahora añoro los días en los cuales podía escabullirme por la puerta casi desapercibida sin sentir el desgarrador "mamaaaaaá" entre lágrimas y suspiros. No sé si  es por  pura torpeza personal, pero con esa música de fondo me resulta imposible coordinar mente y cuerpo. Me olvido de todo, me tropiezo con los muebles -justo cuando necesitaba silencio- tiro las llaves cuando intento cerrar la puerta..., Entonces, mientras manoteo la agenda (a la cual uso poco y mal, pero la tengo por las dudas) y demás bártulos, repito como un mantra lo que me han dicho miles de veces:

"es saludable tener mi propio espacio".... 


Pero no logro auto-convencerme de la afirmación positiva. Evidentemente el poder de la palabra tiene sus limitaciones en este terreno. Pueden decirme que cinco minutos después de la crisis, Camilo se olvidó del tema y duerme olímpicamente mientras yo hago "mea culpa" con un nudo en el pecho por ocho horas. Pueden decirme que está "bien cuidado" e incluso argumentar los beneficios que supone para la autoestima de ambos alternar en esa dimensión del universo ajena al "nosotros" -plural que incorporé en el discurso desde el test de embarazo- pero sigue sin convencerme. A pesar del esfuerzo de racionalización que pretendo, cuando cierro la puerta para salir me siento miserable. Ni más ni menos: miserable. Y, sinceramente, me cuesta reponerme de esa sensación. La arrastro por donde voy y me molesta si me "roban" cinco minutos después de hora.

 Lo admito: soy una madre culposa. 


Si un pequeño ser humano que apenas despega del piso te manipula con un sólo gesto y sos capaz de llevarlo hasta el baño con tal de no sentirlo lllorar: bienvenida, ya somos un club.