Amar el niño que tenemos.


Amar el niño que tenemos.


Hace un par de semanas, una de las tías del alma de Camilo, me prestó "Comprendiendo a tu hijo de dos años" un manual didáctico sobre la evolución física y psicológica del niño durante su segundo año de vida. A los tirones, entre siestas de fin de semana y horas robadas al descanso nocturno, pude leerlo. Tía Ro lo recomendó, entonces, valía la pena encontrar esos minutos entre las obligaciones cotidianas. Debo reconocer que es un texto de lectura directa y amena, en el cual, a través de ejemplos ilustrativos, nos acercamos al mundo de nuestro hijo pequeño. Sin embargo, tengo mis peros...la autora (Susan Reid) es una maestra inglesa que probablemente espera de las madres una flema británica de la que carezco. Intenté imaginarme en las distintas situaciones planteadas y no pude menos que admirar a esas madres abnegadas que, con absoluta paciencia y dedicación, conducen a sus retoños en el camino de una sana maduración emocional. Gracias Susan por recordarme que después de horas fuera de mi hogar, entre tensiones y responsabilidades que no siempre deseo asumir, tengo que traspasar el umbral mítico de los relatos fantásticos para ser el hada bondadosa y serena que limpia por tercera vez el baño regado de jabón en polvo por un duende de dieciocho meses y sonríe diciendo:

"Yo sé que estás investigando el mundo. Me alegra que así sea. Debo acompañarte en este proceso de descubrimiento y si para ello tengo que limpiar cientos de veces el jugo que derramas sobre el sillón, estoy dispuesta. Haz tu experiencia hijo"  

Quisiera decir que esas fueron mis palabras cuando llegué a mi baño y observé a Camilo esparciendo jabón en polvo con una cuchara. Pero no, sólo pude decir: "¡Camilo!, ¿qué hiciste?", como si la pregunta no fuera de por sí retórica, todos mis sentidos me advertían lo que Camilo había hecho: un enchastre. Aún así, traje otra cuchara y me senté en el piso con mi Tatán a recoger jabón ¡por supuesto que no lo iba a tirar! Fue tan entretenido para mi angelito que cuando vino el tío a mirar el partido de fútbol no hacía otra cosa que decir "¡jabón Tití, jabón!" Y bueno... será que entre tanto consejo pedagógico leí un subtítulo que valió toda la lectura, es tan obvio que verlo impreso tiene su impacto: "Amar al niño que tenemos", no al niño ideal elaborado por las fantasías maternas para que nuestras vidas sigan perfectamente idénticas y sin perturbaciones luego de su nacimiento. Es por eso que cuando lo miro veo un niño curioso, locuaz y muy inquieto (lo que pasa es que es sanito, como dice la vecina)  y lo amo como es con toda su picardía a cuestas, aunque a esta altura ya me ha escuchado rezongar y gritar con el tono chillón de la bruja de los cuentos.