A los dos años de mi hijo.

A los dos años de mi hijo.
Camilo y Lautaro: "los tatos"

Mi hijo tiene dos años.


Afrontemos con entereza: un hijo de dos años es un desafío cotidiano a la paciencia. Para no desmentir a Liliana, la psicóloga del jardín, Camilo es la negación encarnada en un  pequeño ser humano de ochenta y siete centímetros. Ante casi cualquier pregunta, la respuesta inmediata es "Camilo no quiere". Y digo "casi" porque cuando le ofrezco un bombón la respuesta cambia radicalmente (el chocolate no es susceptible de manipulación psicológica) Desde que descubrió el inmenso poder de la negación, mi tatán vive en oposición permanente. Por este motivo tengo presentes, muy presentes, tres de las ideas que escuché en mi primera reunión de padres:

1- Los dos años son "la adolescencia" de la infancia.

2- Es la etapa de la oposición y los berrinches.

3- Tienen dos años: el mundo les pertenece.


Berrincheo porque se me antoja.


Si algo me consuela es saber que vamos a tener un breve paréntesis de "paz" entre los tres y los doce (será cierto?) Entonces, me armo de coraje y acepto que, desde ponerle un abrigo hasta cambiarle los pañales, son acciones simples sólo aparentemente. ¡Porque hay que ver la resistencia de la que es capaz un individuo de ese tamaño! Y mientras corro por la casa con un gorro en la mano, me repito como un mantra: "es sólo una etapa, es sólo una etapa". En momentos en los que el tiempo no me apremia, frente a esos inexplicables berrinches "porquesemeantoja", trato de recordar que los niños de su edad están comenzando a explorar el universo circundante y la inseguridad  que experimentan muchas veces se traduce en rabia, una rabia contenida e inmotivada capaz de desestabilizar a la más compuesta de las madres. Pero, quién no experimenta una sensación de ansiedad y angustia frente a lo desconocido. Trato de imaginarme la vida desde su estatura y, sinceramente, puede ser atemorizante. Quién sabe qué fuerza oculta tiene la licuadora en el pensamiento mágico de mi hijo. También pienso que, como todo es nuevo, todo es interesante, desde la luna a las cucarachas (no es un ejemplo hipotético: Camilo siente fascinación por las cucarachas) Es cierto: el mundo les pertenece. En el sentido más profundo, porque están aprendiendo a hacerlo propio y lo observan con asombro. El mundo es de mi hijo precisamente porque puede decir en voz alta cuando "no quiere". Voy a practicar. La próxima vez que no sepa cómo negarme sólo voy a decir, "Paula no quiere".