El rey del berrinche

El rey del berrinche



Camilo no quiere.


Transitamos la etapa del "Camilo no quiere" sin mayores conflictos. A pesar de todo Camilo siguió bañándose, lavándose los dientes y durmiendo -gracias a todas las fuerzas divinas. Claro, cuando creo que tengo el control del asunto, mi hijo me lleva a un nuevo capìtulo. Dicen que los dos años son la edad de los berrinches; no quiero caer en lugares comunes, no voy a decir que "los niños son de manual" pero ¡qué razón tienen quienes lo dicen!

Tengo dos años y soy berrinchudo.


En este momento duerme la siesta  y sólo verlo me inunda de ternura, sin embargo, antes de dormirse deambuló por la casa buscando qué hacer con sus manitos y lo que se le ocurre, nunca es productivo (al menos para sus padres). Tira, rompe y por supuesto, hace berrinches. Me distraigo dos segundos y los platos de la Tití -gentilmente prestados para transportar esos bombones riquísimos que hace- se transforman en pasado... Con qué cara le dice uno a la cuñada que el nene rompió los platos de su juego de loza? Y no se me ocurra negarle un chupa-chupa, porque parece que estoy negándole el aire que respira y deja los pulmones llorando. Su última expresión de voluntad individual está plasmada en las paredes de mi comedor: mi hijo tiene una curiosa predilección por las serpientes de color verde y se encargó de dibujarlas por cada rincón ... (según sus propias palabras las paredes las rayó su abuela, la mamama)  En fin, las paredes se pintan nuevamente, la loza se repone y mientras tanto, esperamos la próxima etapa. Me sumo entonces al anuncio que publicó Valeria en su muro de Facebook: "Permuto niño de casi dos años con pulmones en excelente estado." Agrego "impecable, nunca taxi".