Transtornos del habla: tartamudez a los dos años

Transtornos del habla: tartamudez a los dos años



Fue muy desconcertante: una mañana, mi hijo -particularmente locuaz para sus dos años- comenzó a tartamudear. Primero fue apenas notorio, una vacilación en palabras iniciadas con "P" o "C", pero a los dos o  tres días su dificultad se expresaba en gestos, se ponía colorado y no podía terminar las oraciones que comenzaba.

Tartamudez transitoria.


Inmediatamente nos propusimos buscar información, primero en internet -que es una herramienta compleja y confusa pero útil- y luego con un profesional. Me angustié mucho y no quería escribir sobre el tema por temor a dar por hecho una dificultad tan incipiente. Las primeras respuestas intentaron ser tranquilizadoras:

  "la tartamudez a los dos años es muy natural, especialmente en los varones que comienzan a adquirir el habla".

Es difícil explicarle a alguien que no conoce a Camilo que habla desde antes del año, claro y con un vocabulario bastante amplio. Siempre temo escucharme como una madre ridículamente orgullosa de su bebé excepcional, pero estaba segura que lo suyo no era la inexperiencia propia del aprendizaje sino otra cosa. Las otras hipótesis sobre el origen del transtorno eran menos felices, al menor para mí:

1- No hay que ignorar una predisposición genética

2- Una madre sobreprotectora

3- Un clima hostil en la casa

4- Frecuentes peleas entre los padres

5- Una reacción a conflictos recientes

En todo caso, comprendí que hasta los cuatro años no puede hablarse propiamente de "tartamudez" y que mi bebé estaba expresando "algo", mi intuición me decía que estaba buscando una atención especial. Quizás ver cómo reaccionaban sus padres frente a una dificultad de esa índole. Sé que este argumento es una racionalización propia de un adulto, pero sinceramente esto fue lo que creí ya que no me considero sobreprotectora, no vivimos en un clima hostil pero sí es cierto que la rutina de Camilo cambió radicalmente desde que mamá está en casa todo el día.

Cómo actuar.


Frente a esta situación, decidimos actuar con naturalidad como lo hicimos antes cuando se manifestaron los signos de timidez, haciendo caso omiso a la dificultad, esperando a que terminara de expresarse, sin corregirlo pero ayudándolo a decir lo que quería decir. Intensificamos las historias antes de dormir y nos propusimos observarlo de cerca. Lo que vino después, fue aún más desconcertante. Comencé a notar que por momentos Camilo fingía la vacilación al comienzo de algunas palabras. No leyeron mal, escribí "fingía" porque eso era lo que hacía. Como estábamos en Piriápolis visitando a mi suegra, se lo comenté y le pedí que lo observara con atención. Al otro día me confirmó que no estaba fabulando: había una diferencia notoria entre el tartamudeo real en algunas palabras y el propósito de repetir sílabas que, además, se acompañaba de una observación de la reacción del adulto. Nuevamente nos propusimos ignorar el problema y, así como una mañana Camilo se levantó tartamudeando, otra mañana dejó de hacerlo.

Y de la nada...



Fueron exactamente dos semanas, no llegamos a visitar al pediatra (tiene fecha para el 17 de noviembre...) y volvió a hablar con fluidez (mimoseando mucho, pero sin dificultades de pronunciación)Entonces recordé lo obvio: "los niños nos miran", y nos miran cuando no nos damos cuenta que nos miran. Entienden más de lo que suponemos y lo expresan de la forma en que pueden. Viviendo rodeado de libros y palabras, ¿habrá sido casualidad que Camilo se expresara con una dificultad en el lenguaje? No lo creo y permanezco atenta.