Propósitos de fin de año (I)

Hoy no me interesa la reflexión melancólica. Se termina el año y estoy buscando los compromisos que puedo asumir para el 2013. Léase: "puedo". Ya no me propongo nunca más ir al gimnasio porque antes de decirlo sé que no lo voy a cumplir. Tampoco me comprometo a cambios radicales porque, aunque soy desmesurada por naturaleza, una de las buenas cosas que enseñan los años es a moderarse. De nada me sirve autoimponerme de forma implacable una dieta sana cuando antes tengo que empezar por acercarme a las ollas con algo de cariño . Mi propósito es obvio pero no por eso fue fácil de sintetizar: quiero una vida más simple.
Ayer, mientras hacía trámites, cambiaba pines y pasábamos a débito automático casi todas nuestras cuentas (aramos dijo el mosquito: esto lo hizo Fede mientras yo esperaba afuera de la sucursal del BROU, observando a la gente y pensando lo que ahora escribo) tuve un momento de epifanía urbana: necesito simplificar, ya. Y por allí, empiezo a buscar mis propósitos de fin de año...Curiosamente, en mi caso, simplificar no significa hacer menos cosas, sino algunas más de las que hago. Es paradójico pero tiene lógica en mi vida. Por ejemplo, no estaría mal si me instruyo en las artes culinarias e intento descubrir el gusto en el "arte de la cocina".  Ojo, no se trata de empezar a mirar los programas de Narda. Voy a investigar qué puedo hacer de forma sencilla, que sea sano y nos guste a los tres (yo soy un verdadero problema porque soy bastante limitadita de paladar) Me gustaría pensar que podemos sentarnos a cenar los tres juntos por lo menos un par de veces por semana. Ahora que nos vamos de vacaciones al medio de la nada, sin auxilios gastronómicos cerca, puedo comenzar a improvisar. ¿Quién dice si no descubro un talento oculto?

Primer propósito: aprender -y hacer- diez recetas.