Y qué título...Amplio y ambicioso. Lamento desilusionar a quienes esperan una revelación metafísica porque esta reflexión es bastante terrenal y tiene como punto de partida la tarde del 20 de junio pasado, día del cumpleaños de la bisabuela de Camilo, Mabel.
Iaia, como la llaman sus nietos, puede presumir de 97 años de plena lucidez, llenos de recuerdos que le gusta compartir. Es la reina de la tertulia, tiene miles de lecturas en su haber y no hay anécdota a la que permanezca ajena. Sentarse a escucharla es una forma de conectar con la historia, con nuestra historia. Por eso, observándola emocionarse al cantar "Honrar la vida", rodeada de sus hijas, nietos y bisnieto, no pude menos que pensar en la trascendencia de ese momento. En lo importante que es para un niño saber que tiene una familia: bisabuela, abuelas, tíos, primos y un largo etcétera de personas cercanas y queridas. Los vínculos familiares, cuando están construidos desde el afecto forman una matriz protectora, brindan esa sensación de pertenencia que los ayuda a crecer sintiéndose seguros. Consolidar estos lazos es una forma de consolidar su bienestar emocional. Es invaluable esa curiosa red de lazos de sangre en la que puede sentirse querido y festejado. Porque hay que ver que Camilo es un niño festejado...Claro, es el único niño, en consecuencia, tenía a diez adultos observándolo "tocar" el piano...Y aplaudiéndolo.
A los tres años los niños comienzan a conceptualizar las nociones de "abuela", "tía", "primo". La familia extendida más allá del lazo con los padres. Y aunque la idea de que Iaia es la madre de la Abu, resulta un tanto complicada, Camilo la resuelve con sencillez, para él es sinónimo de "paseo con papá", de ravioles y bombones, de encuentro con las tías paternas que lo miman y le prestan toda la atención del universo, de esconderse en algún rincón para revisar cajitas llenas de tesoros, de leer cuentos y escuchar de la abuela viejita historias "de la boca". Todavía no lo sabe pero para él, es sinónimo de familia.