Lautaro es mi ahijado, el hijo de mi mejor amiga y socia en todo devaneo emprendedor. Como no somos nada originales en las decisiones, Clau también es la madrina de mi hijo (es una especie de endogamia ciruelesca) y los dos pichones son el motor fundamental de lo que hacemos. No sólo porque nos inspiran sino porque de nuestras primeras experiencias en la organización de sus celebraciones surgió la idea concreta de "hacer algo nosotras". O sea: hijos y emprendimiento tienen casi la misma edad. Por eso, cuando llegan sus cumpleaños, intentamos disfrutarlos al máximo, desde ese momento en el que una de las dos dice "qué te parece si..." y se despliega la catarata de temas e ideas. Si se preguntan si podemos (disfrutarlos y concretar todas las ideas), la respuesta es "más o menos". Por lo general hemos tenido otros compromisos pendientes y, aunque intentamos que no se superpongan fechas laborales y personales, no siempre es posible. Este año, todo empezó con una Ford T de madera...
La simplicidad y la elaboración artesanal (de la propuesta gastronómica, la mesa dulce y los detalles de ambientación) son para nosotras una máxima. No solemos comprar productos industrializados. A excepción de los globos de helio, todo lo demás es hecho a mano. Y aunque olvidé tomar muchas fotografías y otras no son de mi entera conformidad (el cartel de bienvenida, los banderines y la mesa de pop) creo que en el resultado final se aprecia la dedicación por hacer feliz a nuestro "chocolate". Al final de cuentas, una no es una profesional de la imagen...
Estos mimos a mamá fueron el único momento en el que el cumpleañero se dejó retratar. Obviamente porque pasé desapercibida, escondida atrás del baúl de los regalos. Cuando me veía con la cámara, se veía una peladita corriendo en sentido contrario. Espero les haya gustado el cumple, porque como el programa de la Legrand, está hecho con amor.