Emprendedora yo? I


Emprender yo


Este no es un decálogo de consejos prácticos para que prospere tu emprendimiento y seas feliz. Aunque desearía compartir las claves del éxito para inspirar, me niego a crear falsas esperanzas para luego defraudarlas. Que nadie se va a sentir engañado porque no encontró en este texto la fórmula para cambiar su destino. 

Como lo haría el Lazarillo de Tormes, esta historia hay que "tomadle desde el inicio" para entenderla. No es que sea original o tenga un final inesperado, es más, creo que es bastante ordinaria y predecible. Además todavía no terminó.

Así comienza: Había una vez una mujer que trabajaba muchas horas en una empresa exigente. Lo disfrutaba porque los desafíos son estimulantes. Era éste un trabajo muy lucrativo donde aprendía mucho. Pero la misma mujer quería ser madre. Tres años buscando un embarazo y cuando comienza a pensar en ayuda profesional, ocurre el milagro. 

El 27 de febrero del 2009 la prueba de embarazo, da positiva. Está más feliz que una perdiz y a partir de ese momento no puede pensar en otra cosa. Cerebro ocupado por el monotema. Es una situación curiosa: toda la semana anterior al "día test" trabajó hasta las cinco de la madrugada para cumplir con un deadline de sus alumnos. 

Un día después del 27 de febrero, cualquier esfuerzo intelectual la perturba. Además, tiene placenta previa y le recomiendan reposo. Ni falta hacía que lo pidiera el ginecólogo. Es en este momento en el cual las cosas comienzan a cambiar...

Mientras el embarazo avanzaba había que buscar una casa para la nueva familia. No era una tarea fácil, pero la encuentra: a reciclar toda ella (otro desafío al que no podía resistirse) Compran la casa en setiembre y en la madrugada del 13 de octubre,  susto mortal. Algo no está bien, pero el bebé  nace muy sano y ella vive un puerperio absolutamente normal. 

Como necesitó su licencia durante el embarazo, a las seis semanas tiene que volver a trabajar. Sin ganas pero hay que pagar la casa. El primer día de noviembre vuelve al ruedo (no es una metáfora). Oh sorpresa: los dos suplentes que necesitaron para cubrir su cargo, están instaladísimos y desde entonces "re-definen" su rol en el departamento (ahora que lo piensa, debió irse en ese momento) 

Se desalienta, sin embargo, tiene un hijo y una casa que pagar. Error, gran error la conformidad. Porque no logra sentirse cómoda en un clima de tensión que desconoce y la asombra. Por no decir que no tiene energía para enfrentar: los obreros van y vienen por su vida, un bebé de meses necesita de su madre y por allí hay un padre que soporta estoico las rabietas.  

Todos los días siente cansancio, dolores de cabeza y la sensación de estar fuera de lugar. De una cosa estaba segura, no se había equivocado al elegir una familia. Y así, pasa todo un año. Los únicos momentos felices que recuerda más allá del bebé son los de ir haciendo realidad la decoración de su casa y la preparación del primer cumpleaños: buscar ideas en millones de blogs, hacer alguna manualidad en la madrugada del sábado. En fin, aprender el disfrute de celebrar.


Digamos que en este momento termina el Prólogo. Cuando la protagonista de esta historia pasa cientos de horas sin dormir dedicadas a buscar una respuesta a su insatisfacción mientras descubre la creatividad de tantas mujeres emprendedoras que comparten sus ideas en internet.

Todo parece tan maravilloso a través de la pantalla. Entonces se acuerda de una historia que le contaron alguna vez, sobre una doctora en Letras norteamericana que un día dejó el mundo universitario, se fue al medio del campo y se dedicó a tejer a mano.

Suena seductor. Pero ella no puede ni con medio punto. Así que tejer no es la respuesta. De eso está segurísima. ¿Qué es lo que puede hacer? La pregunta amerita un desarrollo pero en este momento hay un niño de tres años reclamando a una madre que hace un rato largo está en la computadora escribiendo. Y porque hoy puede, decide en qué momento se aleja del teclado para darle mimos. Continuará...