El primer viernes de primavera, fuimos a comprar la pintura (elegir colores entre el cerro y la playa tiene otro encanto)...
Con el buen tiempo y el buen ánimo de estar en el exterior luego de una semana de lluvia, los hombres de la casa pintaron el cerco... (mi suegra ayudó mucho, no crean)
El domingo cuando volvimos, el ranchito tenía otro color. Aunque me había gustado la primera prueba de pintura -más oscura- terminé por aceptar el color final. Y ahora que lo miro con la distancia desapasionada de quien no está involucrado en un conflicto, me gusta bastante. Quizás en las imágenes se aprecie grisáceo, pero es verde. Con gris, claro. Luego de meses afirmando que iba a pintar la casita color "azul de la tarde"-era azul, pero azul de verdad- cuando entramos a la ferretería mi no-marido dijo: "Elegí el color que quieras". Para ser honesta, doña neutralidad quería pintar el frente de color "arena mojada", pero "esos colores aburridos que te gustan a vos" no son los preferidos de mis dos amores. Como el verde musgo tenía cierto consenso, esta fue la elección. Mientras madre y padre permanecían en la ferretería, Camilo estaba en la panadería comprando bizcochitos de dulce de leche con la abuela. Mala elección nutricional pero perfecta para mirar y re-mirar todo lo que había por ahí sin preocuparme de que Borromeo hiciera alguna catástrofe.
No compramos la pintura preparada porque la diferencia de costos era abismal (más del doble) y el pintor nos recomendó comprar membrana líquida blanca y entonarla. Con el tiempo les contaré el resultado. El señor pintor afirma con mucha seguridad que es una muy buena opción, por estética, rendimiento y protección. Algunos productos ya tienen tonalidad, pero ninguno de los colores disponibles era el que buscábamos. La primera prueba de color, que se ve en el centro de la primera fila de imágenes, me había gustado mucho. Pero...no fue ése el color final. La versión definitiva armoniza con el entorno y lo más importante, protege las paredes de la lluvia y el viento.