Mamá concilia.


Mamá concilia.



"Mi hijo es mi prioridad no mi pasión." Fue una reflexión a propósito del motivo por el cual fusioné el espacio que creé en los primeros meses de primeriza con La Desmesurada. Es probable que no conozcas esta faceta de mi historia. Te cuento brevemente: durante tres años escribí un blog sobre maternidad que tenía el tenor de un diario de experiencias y reflexiones sin ninguna pretensión o alcance.
 

El crecimiento de Camilo y la paulatina recuperación de mis propios espacios, supuso que otros intereses personales se equilibraran con mi rol de madre y yo recuperara el entusiasmo por actividades que son pasiones para mí. No es fácil concentrarse en la lectura de una novela con un hijo de dos años. Sin embargo, con un niño de cinco años que dedica un buen rato al juego de pelota, leer y escribir son actividades posibles.  


Afortunadamente, hoy no siento que tengo que estar en el arco atajando penales o haciendo de porrista mientras los hombres de la familia se divierten con el deporte nacional. En ese sentido, el crecimiento de mi hijo se acompasa con un ritmo de crecimiento propio, en el cual ser madre no es una misión exclusiva. Nunca fui una madre abnegada y lo digo sin orgullo ni culpa, aunque me la produjo por mucho tiempo, esa es la verdad.


El imperio de la madre abnegada.



Sé de lo que hablo porque crecí en un hogar con una madre abnegada. Una mujer que tenía depositada su realización personal en el hecho mismo de ser madre. ¿Querés que te diga la verdad? Como hija la abnegación materna puede transformarse en una carga. 


Tener cada momento de tu rutina supervisado y suavizado por la mano de una madre no solo crea un entorno cómodo para un niño sino que consolida su seguridad respecto a los vínculos familiares primarios. Sin embargo, cuando una madre hace de la vida de sus hijos una tarea exclusiva, madurar es un proceso complejo. Y la autonomía una conquista. 


En definitiva, la abnegación de una madre te ata a la infancia por más tiempo del que sería deseable. Por otra parte, cuando toda tu energía creativa se deposita en la crianza de los hijos, supongo que debe ser doloroso ver cómo "tus pasiones" crecen y hacen su propio camino. Por ese motivo, afirmo que mi hijo no es mi pasión, aunque seguramente es mi prioridad.


Si la culpa se midiera...



Si la culpa fuera mensurable yo tendría alguna especie de récord universal, imbatible y difícil de igualar. Durante los primeros dos años de vida de Camilo, experimenté una tensión interna que no me permitía disfrutar plenamente ni de la maternidad ni de mis aficiones. 


Cuando estaba en casa, aún en los momentos compartidos, pensaba en mis deudas personales -seguir estudiando y trabajando al ritmo que lo hacía antes- y cuando estaba en el trabajo lo único que quería era estar en casa con mi bebé. 


Como decía mi abuela "ni chicha ni limonada" . La sensación era de fracaso. Para mí, que no se hacer nada a medias, estaba fallando en cada uno de mis roles: como madre mucho que desear, como profesional ni te cuento. 


Realmente esa tensión me provocaba mucha impotencia, porque aunque amo a mi hijo nunca pude centrarme exclusivamente en él sin sentir que estaba relegando mi propio crecimiento personal. Sin embargo, tomé la decisión de decantarme por mi rol de madre sin dudarlo. Por que claro, una es muy desmesurada y la búsqueda de los equilibrios le lleva mucho tiempo. 


Si me vas a decir que es posible conciliar una vida laboral estimulante con el cumplimiento de los deberes maternos, yo te escucho con respeto y admiración. Sincera admiración. A mí me llevó cinco años y una profunda revisión de expectativas, conciliar medianamente mi vida familiar con los intereses que me movilizan. 


Tampoco voy a mentirte. No esperes que cuando tu bebé llegue a esta edad, mágicamente las piezas retomen su posición. Especialmente, porque con cinco años tu bebé se expresa y reclama. ¿Imaginamos juntas qué sucede cuando está habituado a la atención prioritaria de su madre? Eso mismo,


Ellos crecen, nosotras también deberíamos.



La perspectiva del tiempo me permite observar mi vínculo con Camilo  desde otro lugar.  Todavía me siento incómoda cuando tengo que salir por muchas horas pero manejo con mayor naturalidad mis espacios de soledad. 


Ya no tengo tantos reparos en dejarlo con la abuela para ir al teatro o en pedirle que juegue solo mientras termino de escribir un post. En general, lo involucro en los proyectos personales acordes a su participación o le cuento por qué me gusta tanto escribir y leer, pintar u organizar fiestas. 


Tengo la fortuna de disponer de mucho tiempo para compartir con él pero no por eso, soy un modelo de abnegación. Me reservo el derecho a considerar con egoísmo algunas horas de mi tiempo. Supongo que esta es otra faceta de la conciliación a la que me sumo desde mi lugar desmesurado porque si Camilo no existiera, yo tampoco.